
Imagina un mundo científico en crisis, dividido por teorías incompatibles. Cada una ofrece una visión radicalmente diferente de la realidad.
Durante un tiempo, el progreso tecnológico oculta la grieta, pero al final también se tambalea cuando la ciencia es incapaz de responder a las preguntas fundamentales: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? La confusión se extiende; la gente sensata cae presa de los charlatanes. Un antiguo paradigma empieza a desmoronarse.
Las mentes más brillantes trabajan sin descanso para encontrar nuevas ecuaciones, pero algo esencial falta en el corazón mismo de la ciencia. Desesperados, emprenden una audaz expedición en busca del origen del problema.
Tras enfrentarse a monstruos y acertijos de todo tipo, el grupo llega al centro de las matemáticas y la lógica, donde descubren una revelación luminosa: «El todo contiene a las partes». Quedan fascinados: ¿cómo podría ser erróneo algo tan evidente? Descorazonados, regresan a sus laboratorios, preparándose para observar el ocaso del mundo que una vez conocieron.
Pero una joven bióloga se queda atrás. «¿Por qué el todo debe contener a sus partes? ¿Es un hormiguero sin hormigas todavía un hormiguero? ¿Es un cerebro sin neuronas todavía un cerebro? ¿Es una escuela sin alumnos todavía una escuela? Quizás tenga más sentido al revés: las hormigas contienen al hormiguero, las neuronas al cerebro y los alumnos a la escuela».
Mientras reflexiona en silencio, la pequeña idea luminosa parpadea tras ella. Lentamente, se da la vuelta como un calcetín y se transforma: «Las partes contienen al todo».
Cuando la expedición regresa, se encuentra con un mundo cambiado. La gente ya no cree ciegamente en el tiempo y el espacio; sienten una nueva intimidad entre empleados y empresas, ciudadanos y ciudades, humanos y humanidad.
El universo ya no es un vacío frío que se expande hasta el punto de ruptura, sino un lienzo infinito donde los humanos pueden dialogar con sus propios pasados y futuros. Para referirse a esta nueva realidad, acuñan una palabra: impansión.
La tecnología y las matemáticas siguen ahí, pero ya nadie espera que respondan a preguntas que han dejado de tener sentido. Es el amanecer de una nueva era: la era de la complejidad.